Mucho se habla acerca de costes, márgenes, beneficios. Pero quizás bien poco nos paramos a meditar sobre el flaco favor que se le hace al “caldo milagroso” la aplicación de unos precios abusivos en el canal HORECA (Hostelería, restauración y catering).
Estamos de acuerdo en que el vino es un producto a diferenciar, un artículo especial, pues es más que solo química y/o naturaleza, tiene alma que respira y a la vez transmite. Y sin embargo no podemos dejar de lado que se debe regir por unos patrones similares a otras bebidas, con unas reglas de mercado y unos objetivos que parecen estar restándole cualquier posible popularidad. De esta manera, y con el hándicap que supone la práctica desaparición en los espacios publicitarios, no se sabe si por un complejo de superioridad (¿o inferioridad?), da la sensación que no hay comparación alguna con sus competidoras de otros sectores de bebidas.
Sumemos a esto unos precios en restaurantes, vinotecas, bares… a mi juicio fuera de toda lógica y nos podemos imaginar el resultado: bajada en picado de ventas, como así ha ocurrido de unos años hacia aquí, sobre todo en un país en clara recesión como España. Recientemente leí que el teléfono móvil más popular entre el usuario apenas triplica su precio respecto a su coste de fabricación. Bastantes vinos pueden verse incrementados en un 1000% en los diferentes canales de venta. No es esta la forma en que se dejará de ser actor secundario, como tampoco confiar eternamente en una exportación que puede modificar sus hábitos de compra de un día para el otro. Si por otro lado lo que deseamos es que el vino se convierta en artículo de lujo, en producto exclusivo, asumamos que con ese rumbo se mueve y dejemos de especular con lo que se podría alcanzar si se publicitara con la canción del verano.
